Salgamos a buscar camorra!


Cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez…

De un tiempo a esta parte voy notando que en mi vida, y en la de los que me rodean, se ha insertado un factor extrañamente ¿cómodo?: la predictibilidad.
La aventura, los chusmeríos a la hora del mate, la voz en el teléfono que jamás pensaste que ibas a escuchar, la visita inesperada… ya no existen.
El factor sorpresa ha desaparecido por completo.
Y la rutina se ha apoderado de nosotros.

Te levantas cuando el despertador suena. Pones la pava. Sabés que cinco mates después tenes que meterte en la ducha, sino llegás tarde. Te preparaste. Saliste. Sino caminas a paso ligerito perdes el tren y/o bondi. Si tenes la suerte de tener auto, entras, prendes la radio, te abrochas el cinturón, pones el auto en marcha. Llegás a la ofi. Ponés agua a calentar mientras prendes la compu. Saludos de buenos días. Suspiros por el fastidio de empezar a hacer algo de trabajo. Lees los mails. Ya encontrás alguna cadena comentada de planes para dentro de ¡TRES DÍAS!!!!. A las cinco se escucha: todavía las cinco??!!. Salís. Vas a canto/gym/psico lo que sea que tengas requetereprogramado desde que naciste pareciera. Llegas a tu casa agotada. No tenes ganas de cocinar. Comés cualquier vegetal que no requiera cocción y en lo posible que ya este lavado y cortado. Te prendes un pucho. Te relajas en el sillón. Mirás el reloj, ya es la una?!!. Te levantas de un salto. Te cepillas los dientes y te vas a dormir. Hasta que el despertador vuelva a sonar.

Y los fines de semana…

Te juntas con tus viejos, luego de haber coordinado una semana antes. Y guarda con que te surja un imprevisto. Siempre debe ser impostergable. Almuerzos de dos horas. Comida como para alimentar a medio continente. Bebidas. Obvio que siempre se olvidan de comprar la bajas calorías. Te enteras de las cosas que hicieron y que dejaron de hacer personas que nunca jamás conociste, pero que sin excepción resultan ser el tema central. Discutís por las mismas pavadas. Y la foto familiar del final con una sonrisa, más allá de todo, sincera.

Matecito con las chicas. Se repasan todas las actividades de todos los conocidos en común, conocidas gracias a la cuasi-siniestra herramienta del caralibro. Despotricamos contra madre y/padre y/o hermana/o/s. Laburo. Para enseguidita pasar al tema central: ellos. Vamos a hablar de ellos una y otra vez. Vamos a repasar cada palabra que nos dijeron. Cada señal que creimos que vimos y cada señal que ahora nos damos cuenta que no vimos. Y así una tarde entera odiando a los que tuvimos y añorando a los que queremos tener. Para destapar una cerveza, poner una peli y quedarse dormida en el sillón.

Y ni hablar de las relaciones con el sexo opuesto. Desde el día que lo conociste sabés cuales van a ser sus próximos pasos. Sabés que te va a contactar dentro de las veinticuatro horas en que le diste tu teléfono. Que lo va a hacer por mensaje de texto. Que va a invitarte a tomar un algo por ahí un lunes o un martes. Que van a tomar una cerveza. Que vas a estar dos horas preparándote mientras él va a tardar diez minutos. Que en la charla te va a decir que poco y nada, pero que va a dejar bien en claro que esta muy bien solo y disfrutando de los amigos. Que se van a ir. Que te va a llamar recién al tercer día. Para volver a verse, tomar una cerveza y esta vuelta sí terminar en tu cama. Y que a la mañana sobresaltado por la alarma de su celular se va ir con un beso y un hablamos. Que va a desaparecer por unos días. Que lo vas a buscar, que te va a aclarar que no quiere nada serio, que no está en momento de comprometerse, pero que le gustas mucho y la pasa muy bien con vos. Que se van a ver tres o cuatro veces más, antes que vuelva a desaparecer. Que después aparece nuevamente. Que a vos ya no te interesa. Que va a insistirte. Que finalmente vas a ceder, porque te gusta. Y obvio que va a volver a desaparecer. Que te vas a amargar unos días. Que otros, vas a salir a descontrolar como loca. Que después vas a volver a tu rutina habitual. Y que después va a aparecer otro él. Que te va a pedir el teléfono, y te va a mensajear dentro de las veinticuatro horas…

En fin todo lo que nos rodea, lejos de permitirnos aventurarnos solo hace que nos estructuremos un poquito más. Todo empieza a sonar a responsabilidad. Lo desconocido nos hace dar miedo. Hace mucho que no conocemos lo desconocido. Hace mucho que ya no recibimos una sorpresa. Y que tampoco la damos.
Entonces nos escabullimos… en la rutina misma.
Todo empieza a ser imposible de cancelar. Todo tiene que ser programado con anticipación. Debemos medir cada palabra, cada acto, para que tampoco el otro se asuste.

Y sin embargo miles de veces escucho a todos hablar de sus espíritus aventureros.

Mirá, si a mi viejo le paso un almuerzo a una cena… enloquece. Ni hablar, si encima, en el medio de la comida le hablo de sexo. Imaginárselo nada más!
Suponte que invito a las chicas a casa, y en vez de la pava en el fuego, encuentran una cervecita fría y la play conectada para jugar un campeonato de winning eleven. Y si en vez de hablar hombres, habláramos del nuevo curso de porcelana fría que jamás voy a empezar. Si ya sé, a casa no vienen más.
Y si después de la primer cita, a un tipo lo contacto yo en vez de respetar su estupidísima regla de los tres días, simplemente para decirle hola. Y no tan solo eso, sino que además lo llamo y no lo mensajeo! Claro… huyó en ese mismo momento porque va a pensar que acto seguido me voy a querer casar.

Predictibilidad…

De golpe todos podemos leernos los unos a los otros. Ya no somos sorpresa para nadie ni nadie es sorpresa para uno.
Es cierto que a medida que uno crece va adquiriendo filtros, que hacen que podamos medir consecuencias. Crecemos, y vamos acatando las órdenes sociales de lo que es correcto, de lo que se debe, de lo que corresponde. Desafiar lo conocido, lo impuesto, lo supuesto y lanzarse sin más a lo nuevo, puede que no tenga el resultado esperado… Pero lo transitado mientras tanto, quien te lo quita? Que el resultado obtenido sea diferente al imaginado no significa que sea malo.

Acobardados…

Aún sin estar conformes con nuestra realidad… entonces, vale la pena? Se justifica?

Yo no lo creo.

Así propongo:

Riamos. Lloremos. Bailemos. Corramos. Cantemos. De noche. De día. Con sol. Con lluvia. Con éste. Con aquél.
Embriaguémonos y hagamos ese llamado. Digámosle te quiero. Y abracemos a ese que nos quiere. Digamos que no. Y digamos que sí.

No miremos atrás. Lo hecho, hecho está. No miremos adelante, consecuencias siempre habrá. Miremos adentro. Escuchemos a nuestros sentidos. Y vayamos tras nuevas sensaciones, nuevos olores, nuevos sonidos.

La sonrisa del triunfo. El llanto ante una derrota. La desazón del rechazo. El ruido de la cachetada en la otra mejilla. Recordar lo que olvidamos. Y olvidar lo que recordamos. La carcajada propia desconocida ante una hecho desopilante. La cara de asombro ante una elocuencia ajena. Las mariposas en el estómago ante la voz inesperada del otro lado del teléfono. La adrenalina de un encuentro casual. La risa del otro ante mi “despeinado”. La ropa llena de tierra por un revolcón no planeado. El escaparte de la autoridad por patear tachos. La responsabilidad, irresponsable. La seriedad, poco seria. La rutina espontánea. La predictibilidad impredecible.  Una noche en el pasto. Una tarde en la cama. Una danza callejera. Un canto amateur en el balcón con público casual. Protagonistas de nuestro propio drama. Protagonistas de nuestra propia comedia.

No te tienta saber que hay allá?

Dejá el miedo de lado, y a los prejuicios hacelos desaparecer!
Dale! Arriesgate... Animate… Copate…
Salgamos a buscar camorra!


1 comentario: