Y Colorín Colorado…



Sí sí. Todo tiene un final. Todo termina.
Intentás hacerte la boluda a toda costa. Decís que bueno que termina!. Ahora, sólo miremos al próximo en llegar.
Pero no… es más fuerte que vos… y tan solo unas horas antes de que se vaya definitivamente… caés.
Revisás cada palabra, cada encuentro, cada alegría, cada tristeza.
Te felicitás. Te reprendés. Te odiás. Te querés.
Y siempre llegás a la misma premisa: el próximo va a ser mejor.
Esperanzas…
Menos mal que nunca falta la esperanza.
Solo faltaban unas semanas para que el 2010 se vaya definitivamente. Y, como todos los años pasa cuando llega Diciembre, me puse a repasar todo lo vivido. Para finalmente decir Que bueno que se termina! El próximo tiene que ser mejor.
Sí. Yo caí. Una vez más.
Y ahí empezó el rewind: Todo empezó un 1 de enero de 2010…
Ja. Ja. Ja… como si fuera cierto.
Mi 2010 empezó con la idea de un hermoso y placentero viaje a las sierras cordobesas. En compañía de un alguien, que hacía ya un tiempito que tenía nombre y apellido.
Sí, lo tenía. Aunque ese nombre y ese apellido los había puesto por el motivo equivocado.
¿por qué?
Hasta ese momento yo había actuado como su copiloto. Firme. Siempre ahí. Hasta que me dí cuenta que era la mejor excusa para no pilotear mi propio andar.
Sin dejar de ser hermosa y placentera, esta experiencia podría describirla – más precisamente -  como un disparador.
Recuerdo un día manejando mi casi nuevo compañero de viaje, por el camino de las altas cumbres. Música intensa, pero suave. Ventanilla baja. Los pelos revueltos y el sol que pegaba de frente. Esa sensación de libertad. De poder llevarme a mí misma hasta donde yo quisiera. Arriba y abajo. Rápido y lento.
Estaba con ese alguien. Y más allá de estar sentado en la butaca a mi derecha, lejos estaba de ser mi copiloto.
Frená. Acelerá. Doblá… manejo yo.
Días después volvimos a nuestro querido barrio de Ramos Mejía´. Para estas alturas ni él era mi copiloto ni yo era el suyo.
Pero yo sí sabía que quería ser quien decidiera – en mi vida – cuando, como y donde ir.
Agarré mis cositas y cerré la puerta de la que entonces era mi casa para nunca más volver.
Y emprendí el reto de pilotear mi 2010.
Y así siguió.
Un papá. Dos hermanas. Dos cuñados. Un sobrino. Una familia del corazón. Una cena casera, y el sonido de la guitarra de fondo. Micrófono en mano y las voces que se hacen coro.
Amigos de toda la vida. Que se fueron. Y otros que volvieron. Y otros que siempre están.
Amigos nuevos. Que quizás solo estuvieron un tiempo. Y otros que llegaron para quedarse.
Compañeros de trabajo. Que son compañeros de la vida.
Relaciones que no fueron. Pero relaciones que sí.
Un amigo que es un hombre. Un hombre que es un amigo.
Algunas tristezas. Y muchas alegrías
Trabajo con derrotas. Trabajo con victorias.

Pros y contras. Casi equilibrado. Listo el pollo. Balance terminado.
Un viernes lluvioso de despedida.
Una noche densa y vacía.
Una mañana estrepitosa.
Y pierdo el control del mando…
Faltando dos semanas para que empiece el próximo año, la balanza se descalabra…
Que se vaya de una vez!
….
Sin embargo… ¿acaso todo lo vivido no fue lo que me enseñó y me mostró que quiero que se repita y que no? ¿Qué debe ser mejor? ¿Qué condimento agregar y cuál quitar?
Si todo lo vivido en este 2010 no es más que el antecedente del resto de mi vida.
Las decisiones tomadas, buenas o malas, fueron decisiones mías y, definitivamente, predispusieron mi 2011. Y mi 2012. Y mi 2020 también.
Porque si quiero, la despedida puede dar lugar a nuevo encuentro. O un reencuentro.
Porque lo vacío solo tengo que querer llenarlo.
Porque depende de mí cuanto dure lo estrepitoso. Así como lo calmo.
Porque siempre tengo la opción de volver al mando.

Lo bueno que me pasó, me felicito. Lo malo… a nadie tengo que culpar.
Lo que hice, hecho esta. Lo que no hice, por algo será…

Solo faltan 48hs.

Depende de mí si dejo que el 2010 termine, castigándome por lo mal hecho, felicitándome por lo bien hecho. Lamentándome por lo que no fue. Repasando lo que fue. Esperando que lo que venga sea mejor.
O si vivo estos dos mil ochocientos ochenta minutos que restan. Para luego vivir los que queden más allá.

Quien sabe… tal vez el 31 de diciembre de 2011 nos encuentre desprevenidos, tan solo con una copa, brindando simplemente por lo que es.

Feliz 2011!!!

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