Be My Valentine

Un osito de peluche. Un ramo de flores. Una caja de bombones.
Cena romántica. Caminata a la luz de la luna. Tomados de la mano.
Esa mirada… un suspiro y un beso.
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El 14 de febrero de algún año, ejecutaron a un sacerdote llamado Valentín. Por qué? Porque en algún lugar escondido de Roma casaba en secreto a soldados que estaban bajo los efectos del amor. Y por aquel entonces los soldados solo podían comprometerse con su patria, motivo por el cual tenían prohibido casarse.
Al ser atrapado, la misión de condenar al sacerdote estuvo a cargo de un lugarteniente, descreído. Con el fin de burlarse de Valentín, este carcelero, decide ponerlo a prueba, pidiéndole que en nombre del cristianismo obre el milagro y le devuelva la vista a su hija. Y el milagro se produjo, pero el lugarteniente nada pudo hacer para evitar su destino.
Mientras duró su encierro, se enamoró de la hija de su carcelero. Se enviaban cartas asiduamente, y él las firmaba “tu Valentine”. Sin embargo, el final llegó.
Dos siglos después, la Iglesia Católica reflotó esta historia, y canonizó a San Valentín como el patrono de los enamorados.
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¿Qué queremos expresar festejando este día?
Guguel de por medio, me puse a buscar los antecedentes de este festejo, y me encontré con la historia que yace en el apartado anterior.
Qué festejamos entonces?
Que los que se quieren casar, es por simple conveniencia?
Que al principio el amor es ciego, pero siempre obra el “milagro” de la vista?
Que solo el principio de este amor, es hermoso y esperanzador?
Que es fácil que un tercero cree discordia en la relación, pero difícilmente colabore?
Que en la realidad, en el verdadero amor, alguno termina herido?
Y que por lo tanto los finales felices, son puro cuento?
Si es así…
Para ositos de peluche ya estoy grande la verdad no van con la decoración de ningún ambiente de la casa. Un reloj me gusta más.
Las flores, llegan ya marchitas después de la cita.
Ni hablar de los bombones… estamos en febrero!!!!
Cena ¿romántica?... mejor, reservemos para otro día… en cada lugar resulta haber cuatro mesas por metro cuadrado para que tooodooos podamos rendir tributo a san Valentín.
La caminata… no queda otra, los taxis no dan abasto
Y los besos… esos siempre me gustan… asique eso está bien.

Alentador, no?

Sin embargo, todos tuvimos o tenemos un Valentine, y somos o fuimos un Valentine.
Y los 14 de febrero, lejos de disfrutar al “Valentine” cuando lo tenemos,  no hacemos más que extrañarlo cuando no está presente en nuestra realidad.

Asique, propongo, que de ahora en más, los 14 de febrero brindemos por la bueno de la soltería, y usemos los otros 364 días del año para escribir nuestra propia historia de amor!

2 comentarios:

  1. Me quedé pensando que el tiempo es relativo y muuuuy peligroso. Pasaron 200 años para que alguno considerara que matar a Valentin había sido un error y que había que canonizarlo.
    Qué estaríamos celebrando si no lo hubiesen descubierto, encarcelado y achurado?... y a quien le venderían los ositos y bombones?...
    Bueno, esa sería otra historia...

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  2. muy bueno lo que proponés!

    estás invitada a mi blog!

    saludos!

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