Fruto del Árbol Envenenado

Todo buen árbol, da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos…

En este afán de haberme entregado al 2011 sin más, en vivir el presente, sin mirar atrás, sin mirar adelante, solo moverme por lo que siento ahora, debo decir que en las pocas semanas que llevamos he aplicado este precepto sin demasiadas vueltas, y casi sin reparos.
Todo empezó tan solo unas horas después de haber comenzado este ¿prometedor? año impar.
Festejo va. Festejo viene. Feria de por medio. No hay horarios.
Buena compañía. Compañía reiterada. Una comedia. Un café fuerte. Un chocolate compartido. Humo. Y sin darme cuenta minutos después, el sillón vacío frente al televisor.
Y la noche se hizo día.
Anteojos negros. Beso de despedida. Y nos vemos en un rato.
Como siempre.
Sí. Como siempre.
Nunca se había cruzado esa línea. Porque nunca se me ocurrió. Porque estaba prohibida. Por mí, por él, por la realidad, que se yo. Pero estaba prohibida.
Presa… del futuro consecuencia de ese pasado.
----------
Ahora me pregunto qué hay de cierto en el precepto inicial.
Convengamos que el árbol no es un buen árbol… pero ¿tan malo es?
Y en ese caso ¿obligatoriamente debe dar frutos malos?
¿o acaso existe la excepción a esa regla?
¿Puede no dar frutos?
Porque el arrepentimiento nunca llegó. Y el malestar de las horas posteriores desapareció.
¿Sólo busco árboles malos?
¿O es un simple miedo a “un buen fruto”?
No lo sé.
Pero esa sensación de libertad, de hacer lo que quiero, con quien quiero, y como quiero… Y de disfrutarlo, más allá de todo… Si eso hace que el árbol sea malo, definitivamente el “envenenamiento” es el condimento perfecto para hacer del plato uno de esos que siempre quiero volver a probar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario