Dies Venus

Espejo compartido. Planchita de pelo compartida. Maquillaje compartido.
Café compartido.
Hoy casi que nos levantamos sin chistar, más temprano que de costumbre y con mejor humor que de costumbre.
“Buen viernes!”
Y así empezó el día.
Mientras continuaba con el obligado mate matutino, ya sola, viendo como la lluvia cae sin parar por la ventana – y como lo viene haciendo las últimas 72 horas -, acomodando en mi cabeza todas las actividades por hacer en este fantástico día invernal, me pregunté a mí misma, siendo el viernes un día como otros cuatro de la semana, por qué nos sentimos diferente?
La gente dice buenos días, y con una sonrisa en el rostro. Las conversaciones del ascensor se tornan amenas. Te abren la puerta. Te ceden el paso. Las bocinas no suenan.
Mirás a tu alrededor y solo ves conductores sonrientes por un programa de radio. Cantantes amateurs con la música de la cien. Y aprendices de modelo caminando por las bellas calles de nuestra querida Buenos Aires.
Motivo? Simplemente… es viernes.
Que misterio encierra?
Los nombres de los días de la semana provienen de siete objetos celestiales que los antiguos griegos veían moverse en el cielo. Y los griegos asociaban estos objetos celestiales con diferentes dioses.
Para mi sorpresa – o no tanto – Viernes proviene de Venus.
Y como todos sabemos Venus es la diosa de la belleza y del amor.
Viernes. Friday. Vendredi. Venerdi. Freitag. Sexta-feira.
Desde la mañana sentimos esa venus que durante el resto de los días escondemos. El vecino con el que viajaste en el ascensor, de golpe te sonríe como nunca lo había hecho. El que se sienta en el escritorio frente tuyo constantemente te mira, de ojo y de reojo.  Caminás por la calle, y la mitad de los hombres que cruzaste se dieron vuelta para mirarte.
Casualidad?
Te sacás las presiones de todos los días. Sabés que te acuestes a la hora que te acuestes, vas a levantarte solo cuando dormir ya moleste. Que te espera una tarde de mate en el parque. Para volver a acostarte a la hora que sea, y que otro día de sol te espera. Que no tenes que rendir cuentas. Que no tenes que acatar órdenes. Que no tenes que cumplir horarios. Que nadie te está observando. Que nadie te está evaluando.
Que dejas de ser abogada. Contadora. Martillera. O lo que sea que seas.
Y que las personas que te rodean dejan de ser abogadas, contadoras, martilleras, o lo que sea que sean.
Que sos libre. Libre de hacer lo que quieras. Donde quieras. Con quien quieras.
Que la soledad no pesa.
Que sos vos. Linda. Segura. Divertida. Simple.
Tacos. Perfume. Unas copas de vino. Y el choque obligado mirándose a los ojos.
Y ahí, ese sentimiento de viernes, deja de ser extraño… para convertirse en un aliado

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