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No tenés nadie a quien darle explicaciones. No tenés a nadie que te espera en casa. Nadie a quien rendirle cuentas. Sos libre. Y se siente increíble.
Pero después de un par de copas, los filtros empiezan a dejar de existir… y la libertad empieza a sonar más a soledad.
Y empezás a extrañar.
Lo imaginás. Su rostro es difuso. Su silueta se disuelve. En realidad, no tiene cara, ni nombre. Es uno, es muchos, es todos…
Y sin darte cuenta, tras unos shots, risotadas y saltos, encontrás un atajo a ese camino que creíste casi sin retorno.
Sin pensarlo dos veces, te vas.
No sola, pero tampoco acompañada.
Desinhibición, desenfreno, euforia. Así empieza, pero rara vez así termina – obvio, si tenés la suerte que termine.
Te despertás con ese característico dolor de cabeza de “la mañana después”, y luego de un breve – e incómodo – café compartido, te preguntas a vos mismas “otra vez?”.
Luego de un par de horas de ni querer acordarte todo lo que pasó, le ponés el pecho a la situación, y empezás a analizarlo, mate de por medio, y seguramente en compañía de las chicas.
“y??, contá!!”
“o sea, todo empezó re bien. El flaco no paraba de mirarme. Viste la sonrisa que tenia? Me encantó. Bailoteamos un rato y bue…”
“a ver, eso lo sabemos, estábamos ahí. Realmente nada despreciable, por supuesto. Pero dale, contá de una vez!”
“fuimos a su casa. Subimos al ascensor envueltos en llamas. Entramos al depto. Y bue…”
“otra vez ese fucking bue.. y bue que??”
“pasó lo que tenía que pasar”.
Obvio, siempre sabemos que terminamos en el mismo lugar.
“y que onda?”
“boluda, me quise matar. Nada de nada.”
“nada de nada??”
“no, nada de nada. Bajón. Totalmente descartado de la lista.”

Back-ups.
Todas queremos tener la lista de back-ups. Ese al que llamas cuando te pinta hacer un poco de ejercicio – y del bueno. Al que llamas cuando la abstinencia empieza a asomar. Ese con el que te divertís. Hablás. Te reís. Imaginas una vida utópica, alocada. Con el que en general, te mostrás tal cual sos. Total, sabés que nuca va a dejar de pertenecer a esa categoría. No porque él no quiera, sino porque estás segura que vos no querés. O al menos, eso crees.

“ufff, seguimos con la lista en cero”
“se, desastre”.

Recordando el “otra vez?!” que te retumbó en la cabeza la mañana siguiente, decis “nunca más”.
Sin embargo, la lista sigue en cero, motivo por el cual después de dos o tres semanas, volves a caer en la misma.

Luego de varios intentos, por fin la lista tiene un integrante.

Te gusta. Te divierte. Te da ganas.
Así pasas días, semanas, hasta meses, matándote en cualquier oportunidad que aparezca.
“si chicas, me encanta. Me re divierte. La paso súper. Pero …”

Y aparece el pero.

Obviamente, si está en la lista es porque cumple requisitos que los otros – que no entraron en la lista – no tienen.
Y si “sigue” en la lista, es porque a medida que fue pasando el tiempo, sin querer, encontraste que más cosas te gustan de él.

Y ahí empieza el conflicto.

Todo lo que empezó como el tan ansiado back-up, hoy logra quitarte el sueño más de una noche.
No te llama para decirte buen día. No te llama para decirte buenas noches. En general, no te llama.
Si te manda un mail, lo hace en horario laboral, y muy probablemente es porque tiene la noche free.
Los fines de semana, empieza a tenerlos ocupados. Las jornadas laborales se le hacen más largas. Y las salidas con amigos, empiezan a ser impostergables.

Siempre fue así. Solo que recién ahora empezás a notarlo. O mejor dicho, empieza a tener relevancia.

Haces un terrible esfuerzo por convencerte de que lo que tienen es lo que necesitas. Alguien con quien estar de vez en cuando.

Pero…
De buscarlo para distraerte, lo buscas para compartir momentos.
De charlar con él simplemente para pasar el rato, lo haces para que te aconseje.
De hacerlo solo por deporte, empezás a hacerlo por un abrazo.


Inevitablemente te planteas “donde va esto?”.
Inevitablemente, le planteas “donde va esto?”

Y la realidad te cae como balde de agua fría, el back up sos vos.

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