Mi Burbuja

Cuando era chiquita y me preguntaban que quería ser cuando sea grande, sin tapujos gritaba ¡cantante!
Amaba cantar. No importaba si era buena o mala. Me salía del alma. Cantando, hacía hablar a mi corazón.

Y cantaba mucho.

Con el correr de los años, mi voz se fue callando. La fui callando. La fueron callando.

Viví en una burbuja de cristal durante muchos años. Una burbuja calentita, colorida, transparente, alegre… dos ángeles cuidaban de mí, y otros dos me hacían compañía.
Mi mundo… Ese era mi mundo. Ese era el mundo que crearon para mí.
Caminaba de su mano. Me caía. Me levantaba, curaba mis heridas y me obligaba a seguir andando.

Eterno…

Me enamoré… hasta quedarme sin aliento. Las mariposas del universo aleteaban dentro mío. El brillo de mis ojos… el resplandor de mi sonrisa…

Eterno…

Sueños… proyectos… ambiciones…

La burbuja estalló en mil pedazos.

Negro. Más negro. Y todavía más negro.
Con matices de ese color vislumbraba el resto del camino por recorrer.

Un ángel se fue, y los otros perdieron sus alas.

Cerré mi corazón… enmudecí mi voz…

Me endurecí…

Me hice fuerte. Luche, como nunca antes. Quise hacerlos feliz. Quise devolverles la burbuja que crearon para mí.

Y en el afán de volver las cosas al estado que yo creía natural, me olvide de vivir. Caminé hacia atrás. Dejé de avanzar.

Cada uno encontró de nuevo el rumbo. Un nuevo rumbo. Una nueva realidad. Una nueva burbujita donde vivir. Una burbuja a la que ellos puedan darle calor, colores y música… y amor.

Y la realidad cayó sobre mí de repente.

Y me encontré sola. Muy sola. Triste. Sin sueños que perseguir, objetivos por alcanzar. Sin siquiera la posibilidad de darle a alguien una burbuja calentita, colorida, transparente, alegre…

Y me hundí. Me hundí en lo más profundo de mí misma… en busca de una razón por la cual seguir.

Segundos … minutos … horas … días … meses … años, sumida en una oscuridad inquebrantable.

Lo tenía todo. Lo perdí.

Y de pronto, una pequeña luz a lo lejos empezó a iluminar mi sendero.

Y empecé a entender…

La presencia de cada persona que cruzo por el camino es circunstancial en mi vida.

Sin embargo su esencia, su legado, permanece en mí indefectiblemente.

Algunos simplemente están en el momento y lugar indicado, para un instante indicado.

Otros, para recordarme aquello que no quiero volver a vivir.

Y los otros, a los que extraño, añoro, son los que me recuerdan todas esas sensaciones que una y otra vez quisiera revivir.

Raro fue darme cuenta, que quizás no extraño a cada una de esas personas… lo que extraño es como me sentí yo a su lado, lo que viví, lo que aprendí, lo que amé y lo que aborrecí.

Y volví a cantar…

Por suerte, nunca es tarde para eso.

La vida siempre da revancha. Yo estoy jugando una nueva partida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario